Y aquí es donde surge un notorio agravio, cuando nos referimos a muchas mujeres que han dedicado toda su vida a la crianza de sus hijos, así como a la asistencia y cuidado de mayores o de personas dependientes en su entorno, por lo cual no han podido acceder al mercado laboral o lo han hecho muy tarde y sin posibilidad de desarrollar una ínfima carrera profesional. Como secuela ineludible, no reúnen los requisitos para una merecida pensión contributiva o esta es ridícula. Evidentemente, su aportación al bienestar social ha sido inmensa, como educadoras, enfermeras, cuidadoras y un largo etcétera, por lo que, además de hacer muy bien su trabajo, han supuesto un gran ahorro para la Administración mientras ejercían tales funciones.
Pero ellas no han cotizado al sistema de la Seguridad Social. Es decir, que se quedan sin pensión, o esta es minúscula, eso sí, en este caso quizá incrementada por un precario “Complemento a mínimos” que desaparece si la titular percibe pequeñas rentas, merced a laboriosos ahorros, o algún ingreso esporádico. Quienes cobran pensiones “ordinarias” no sufren tal penalización.
Publicado en El Periódico de Aragón, el viernes 23 de febrero de 2024.
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