viernes, 26 de abril de 2024

Invertir en salud

La investigación es la base fundamental para progresar en la lucha contra las enfermedades, tanto más si se trata de padecimientos crónicos, precisamente muy extendidos dentro de ese eufemismo conocido como tercera edad. Sin embargo, en modo alguno quedan exentas de padecerlos personas mucho más jóvenes; tal fue el caso de Michael J. Fox, célebre actor norteamericano, protagonista de la saga cinematográfica Regreso al futuro, quien detectó los primeros síntomas del Párkinson antes de cumplir los treinta años y que desde entonces se ha revelado como un diligente activista en la lucha contra esa dolencia. La Fundación que lleva su nombre financia a través de todo el planeta proyectos de investigación relacionados con el Párkinson, desarrollados por entidades sin ánimo de lucro. Así, el Centro de Investigación Biomédica de La Rioja ha podido acceder a importantes recursos para sufragar el trabajo de su Unidad de Neurobiología Molecular, dirigida por Lydia Álvarez, área dedicada al estudio de nuevos tratamientos aplicados a la enfermedad de Párkinson.


Por desgracia, existen otros muchos trastornos degenerativos de extrema gravedad además del Parkinson, como la ELA o el Alzheimer, de muy destacada prevalencia; así mismo, muy relacionadas con la población de mayor edad, glaucoma y DMAE afectan a un número creciente de personas que precisan terapias no tanto de sanación, demasiadas veces inviable, sino tratamientos que ayuden a sobrellevar mejor sus múltiples efectos y secuelas invalidantes.

Pero, aun con el mecenazgo de personajes famosos, no siempre se puede contar con suficiente ayuda destinada a la investigación sanitaria, incluso de carácter elemental. En otras ocasiones, la propia investigación, gestada desde laboratorios privados, se centra en tratamientos inasequibles para gran parte de los pacientes.

Publicado en El Periódico de Aragón, el viernes 26 de abril de 2024.

viernes, 19 de abril de 2024

Sin techo

No hace mucho, hablar de un “sintecho” aludía a indigentes, desheredados que carecen de vivienda, de papeles, de cualquier modo de vida, asilados entre cartones en algún cajero celador de caudales ajenos. Quizá migrantes que siguen soñando con un mundo mejor donde comer no sea un problema cotidiano; tal vez, individuos desorientados que junto a su norte, también perdieron la razón de ser. En suma, gentes menesterosas cuya existencia describe un duro contraste con la de otras personas más afortunadas que los ignoran con mirada indiferente mientras gozan de su apacible y disonante discurrir alejado del hambre y de la violencia, sin graves preocupaciones acuciantes. En un mundo globalizado, tan relativamente cómoda existencia supone una nota discordante, atípica, que requiere de sólidas fronteras defensivas contra la miseria, murallas sin embargo corroídas por la injusticia social que las argamasa.

Pero el virus de la penuria ha saltado las barricadas e infecta a cuestiones capitales, como la dificultad para acceder a una vivienda, que ya padece un amplio sector de la población, incluso dotada de ingresos no muy reducidos. La demanda crece, la oferta disminuye; en consecuencia, los precios se encarecen, al ritmo que los propietarios de pisos vacíos tienen auténtico miedo de alquilarlos, los proyectos de nueva construcción adolecen de una sintomática carestía de vivienda social y las transmisiones de segunda mano sufren una carga impositiva extrema. Barreras burocráticas, lucro desorbitado, inseguridad jurídica e inestabilidad propia de un ámbito muy voluble, constituyen algunas notas explicativas, el porqué de una situación opresiva que amenaza con transformar en sintechos a quienes todavía se inscriben como ciudadanos comunes, quizá convencidos de que el derecho de acceso a una vivienda digna les pertenece.

Publicado en El Periódico de Aragón, el viernes 19 de abril de 2024.

sábado, 13 de abril de 2024

¿A qué olemos?

A pesar de su reiterada consideración como el más bobo de los cinco sentidos tradicionales, resulta indudable que la carencia del olfato supone una privación importante en cualquier caso. Pero, como suele suceder, únicamente se aprecia de verdad cuando falta, tal y como les sucede a quienes nunca han podido disfrutarlo o han llegado a perderlo, quizá por culpa del Covid, una de cuyas secuelas es precisamente la anosmia o déficit en la capacidad para percibir estímulos olfatorios, esa inmensa diversidad de olores que nos rodea en todo momento y no sabemos valorar.

¿A qué huele el mundo, pues? Tal vez a humo, lo que pudiera resultar de muy graves consecuencias cuando el olfato incumple su función preventiva para advertirnos de un peligroso incendio, cuestión de mucha mayor entidad que la enojosa molestia de descubrir demasiado tarde que lo quemado está en la cocina... y enseguida estará en la basura. También huele a primavera —antes de tiempo, merced al calentamiento global—: huele a dulces aromas de la naturaleza, a flores en parques y jardines, a tierra mojada cuando por fin llueve; incluso a ese perfume tan impertinente impuesto por algunas féminas a su paso… pues no todos los efluvios que los anósmicos dejan de captar implican una desventaja: en las grandes urbes es obligado soportar la contaminación de múltiples agentes irritantes que la tecnologizada civilización reparte por doquier y en el campo no es tan fácil librarse de la desagradable hediondez de los purines, que por algo las granjas se instalan a sotavento de las poblaciones. Y por si esto no fuera suficiente, los espacios informativos dejan constancia cotidiana de cierta pestilencia a podrido, sólidamente afianzada en la vida pública. En tal caso, de nada sirve taparse la nariz; es preciso sobrellevar lo nauseabundo con sensatez y sabia prudencia.

Publicado en El Periódico de Aragón, el viernes 12 de abril de 2024.

sábado, 6 de abril de 2024

Javier Fernández

En Daroca, en junio de 2003, nació la Asociación Aragonesa de Escritores; Javier Fernández, miembro destacado fundacional y a lo largo de toda su trayectoria muy ligado a la Junta directiva, ocupó su presidencia desde 2016 hasta hace unos días. Deja el cargo a tiempo de ver cumplido un viejo sueño: la unión de asociaciones españolas de escritores, plasmada en una Conferencia de la que forman parte la práctica totalidad de entidades existentes, al menos las de mayor relevancia. Javier, junto a Manuel Rico, presidente de la Asociación Colegial de Escritores de España, ha sido un gran impulsor de esta Conferencia, la cual emprendía recientemente su andadura en Soria.

Es Javier persona muy trabajadora, afable, sencilla y entregada, siempre dispuesta a brindar su apoyo —personalmente, he tenido el honor de que haya presentado dos de mis obras: mi última novela, Letras ocultas y Noche de Azahar—. En su adiós, justificado por la querencia de un merecido descanso, lega una AAE con excelente salud y un sentimiento de profunda gratitud hacia su labor por parte de los asociados.

Y, por supuesto, Javier es también escritor, autor de numerosos ensayos y novelas de carácter histórico, cuya temática general ha rondado fundamentalmente en torno al orbe militar y político, decantándose paulatinamente por la obra de ficción, como un método para describir la reciente historia de España con un detalle y una perspectiva que el ensayo, condicionado por un rigor exhaustivo, está muy lejos de alcanzar. Es también el caso de su obra más reciente, Mi abuelo, la cual vio la luz hace poco más de un año. Pero esta novela, al margen de profundizar una vez más en la argumentación habitual, exhibe como nota distintiva una sensibilidad muy especial, propia de quien ha tenido la fortuna de experimentar toda la inmensa felicidad de ser abuelo.

Publicado en El Periódico de Aragón, el viernes 5 de abril de 2024.


sábado, 30 de marzo de 2024

Los deslices del progreso

Crear un mundo mejor es una misión que requiere del esfuerzo común, cada uno en la medida de sus posibilidades en aquel campo o disciplina donde, realmente, su labor se puede hacer notar. Ahora bien, existe un amplio rango de áreas de intervención inmediata, pues se diría que nuestra querida Tierra no goza de excesiva salud. Afirmación paradójicamente proclamada por el género humano responsable del desaguisado, en la ignorancia de que al citado planeta le bastará un estornudo, eso sí, sonoro, para sacudirse de encima a tan fatal huésped. Y seguir después como si tal cosa.


Reciclamos con entusiasmo, tal y como sabiamente se nos ha aconsejado. Incluso, hasta cierto punto, ahorramos agua y desconectamos algún que otro electrodoméstico, de acuerdo con unas directrices que, de tanto en tanto, parecen algo despistadillas o, lo que es peor, pudieran responder a una descarada manipulación en pro de oscuros intereses. Así que, por falta de credibilidad, quien más, quien menos, tiende a hacer oídos sordos y desligarse de ese comportamiento solidario tan necesario para llegar a buen fin. Y seguimos generando toneladas de basura en virtud de un consumismo desaforado, mientras unos alaban las virtudes del coche eléctrico y otros advierten del compromiso ecológico que suponen sus baterías, al tiempo que también informan de la imposibilidad de fabricarlas en número suficiente.

El transcurso de una cultura basada en la oralidad a otra apoyada en la escritura supuso hace milenios un cambio enorme para la humanidad, al precio de una notable pérdida de capacidad mnemotécnica, pues lo que no se usa tiende ineludiblemente a la atrofia. Cuestión que también parece amenazar en la actualidad a los escolares que abusan de las TIC, pues la dependencia de las facilidades digitales tiene su inevitable secuela: menoscabo de capacidad intelectual.

Publicado en El Periódico de Aragón, el viernes 29 de marzo de 2024.

sábado, 23 de marzo de 2024

Malos humos

Por mucho que los fumadores empedernidos persistan en su vicio, será difícil encontrar alguno entre ellos convencido de que tal práctica no entrañe quebranto para su salud. Tampoco ignora la mayoría que el perjuicio se extiende a quienes les rodean, si bien tienden a considerar mínimo el daño en espacios abiertos. Muy al contrario, la opinión de los damnificados no fumadores redunda en las molestias que han de soportar contra su voluntad en cualquier zona pública, terrazas, parques y jardines o incluso playas, con mención muy en particular de aquellas en las que se convive con niños, especialmente desamparados frente a los ambientes nocivos.

Sea como fuere, el cerco al fumador se estrecha: se anuncian nuevas medidas restrictivas, así como aumentos de precio, habitualmente tildados de medidas confiscatorias. Tampoco faltan múltiples ayudas para liberarse de un hábito tan pernicioso, del que cada día se descubren nuevos vínculos con diversas dolencias, a la par que se ensalzan los beneficios de vivir al aire libre, en la montaña o en el ámbito rural, lejos de toda clase de malos humos, tanto del tabaco como de la contaminación atmosférica, propia de las grandes urbes.

Quiérase o no, lo cierto es que en el tabaquismo estamos todos implicados, sea directa o indirectamente: todos sufragamos mediante impuestos el coste sanitario de las enfermedades relacionadas con el tabaco; todos podemos contribuir a su erradicación; y todos nos beneficiaremos de ello. Ahora bien, a tal respecto, siempre puede ser más efectiva una actitud de comprensión hacia el fumador que de radical rechazo y exclusión social. Por fortuna, ya se acabaron aquellos tiempos en los que era de uso corriente fumar en cines o en el transporte público… ¡así como también era frecuente observar en consultas y hospitales, a algún facultativo cigarrillo en mano!

El Periódico de Aragón, viernes 22 de marzo de 2024.

sábado, 16 de marzo de 2024

Huellas

Nadie duda acerca de la importancia de la salud; además, somos plenamente conscientes de nuestra vulnerabilidad, por más que en el devenir cotidiano intentemos pasar por alto la realidad de la enfermedad, así como la de un final inevitable... que sigue ahí, que sentimos muy presente, aunque pretendamos ignorarlo por todos los medios. ¡Ojala sea mucho más tarde que temprano y, a ser posible, exento de dolor!, pero no existe la medicina-milagro que todo lo cura y, entretanto, las camas de los hospitales se llenan de pacientes demandando del personal sanitario remedio para su dolencia, al tiempo que también algo muy, muy, importante, un trato humano.

Huellas es un proyecto socioterapeútico que aboga por una muerte digna, en la cual la relación del enfermo con sus allegados y los profesionales de la salud, juega un papel trascendental. Esta iniciativa ha dado origen a una pieza dramática: Igual que una huella en la arena de la playa, estrenada en el espacio escénico El Huerto de Gijón y que posteriormente visitará muchas otras capitales; en la obra, todo gira en torno a un tránsito honorable, rememorando la huella dejada a lo largo de la existencia; fiel reflejo de la fugacidad de la vida que tan rápido se desvanece como unas pisadas en la arena de la playa. Afirman los autores que todo acaba tal y como se ha vivido: quién lo ha hecho con serenidad, también afronta su final con sosiego y entereza. Entretanto, el papel de los profesionales de la salud estriba en cultivar la empatía con el doliente terminal, con el máximo respeto y sensibilidad hacia sus particularidades, pues de nadie existe una copia exacta entre el resto de los mortales, si bien todos, absolutamente todos, necesitamos apoyo moral en las situaciones críticas y en los trances difíciles. ¿Existe alguna circunstancia más ardua que la del trance postrero?

Publicado en El Periódico de Aragón, el viernes 15 de marzo de 2024.

viernes, 8 de marzo de 2024

UNED: abriendo caminos

En virtud de sus valores humanos, la universidad de Educación a Distancia ha investido como Doctora Honoris Causa a Teresa Perales, la cual, al tiempo que aludía al gran honor que ello supone, recordaba el valor que entraña proporcionar nuevas oportunidades en el mundo de la educación. «Cuando te dicen muchas veces que no puedes, esto no es para ti, puedes caer en la tentación de creértelo», ha subrayado.

En su obra, Ana María García Terrel refiere en clave autobiográfica la dificultad de cursar estudios superiores en la Soria de la posguerra, tanto peor para una mujer; ella hubo de desplazarse a Zaragoza, donde se tituló en Humanidades, pero no disponiendo de suficientes recursos económicos, hubo de recurrir una beca, lo que implicaba la necesidad de mantener sin el menor descuido las más altas calificaciones. Por su parte, para María Josefa Yzuel, la popular Marifi jaquesa, destacada física y catedrática emérita en la Autónoma de Barcelona, tampoco fue nada fácil alcanzar las más elevadas metas en el mundo de la ciencia y la investigación. Nunca lo es.

En décadas no muy lejanas, ser mujer, carecer de medios económicos o de calificaciones sobresalientes suponía barreras infranqueables, que se sumaban a otros muchos obstáculos. En ese contexto, la UNED supuso la gran oportunidad para acceder a los estudios superiores, tanto para quienes no pudieron hacerlo en su día, fuere cual fuese la razón, como para quienes no se benefician de una beca o residen alejados de un campus. Así, son ya muchos los titulados en la UNED y serán muchos más lo que podrán serlo en el futuro. «Sólo hay una cosa que de verdad es esencial y es la fuerza de voluntad de las personas», ha citado Teresa Perales, también antigua alumna de la UNED en Calatayud. Quienes de verdad quieren, solo necesitan un empujoncito, justo lo que proporciona la UNED.

Publicado en El Periódico de Aragón, el viernes 8 de marzo de 2024. 

sábado, 2 de marzo de 2024

Héroes anónimos

Tal vez un vecino, quizá alguien con quien se comparten unos minutos en la parada del autobús, o con quien nos cruzamos cotidianamente… acaso, un perfecto desconocido. Algún día, el destino podría entrelazar nuestros caminos durante ese instante trágico cuando la supervivencia pende de un delgado hilo. Y entonces surge él; ángel protector para salvarnos la vida. A veces, a costa de la suya.

En el devastador incendio de Valencia, conocemos el nombre de uno de esos héroes anónimos: Julián, el bravo conserje del edificio en llamas, cuyo valor y generosa entrega consiguió que el siempre funesto número de víctimas no fuera mucho mayor. Allí mismo, un grupo de abnegados bomberos intentó por todos los medios rescatar a una familia encerrada en su vivienda; no lo lograron, ni siquiera a costa de que uno de ellos terminara hospitalizado en grave estado. En este caso, se trata de profesionales cuya vocación les conduce a poner en riesgo su vida por salvar la ajena; también ellos la pierden de vez en cuando, por más que demuestren estar acostumbrados a vivir en el filo de la navaja. Solo somos conscientes de su presencia en aciagos siniestros cuando vemos cara a cara sus rostros tiznados, pero están siempre ahí, minuto tras minuto, segundo tras segundo; siempre dispuestos a prestar el providencial socorro. La próxima vez que escuche el inquietante ulular de una sirena, pensaré en ellos, así como el montañero accidentado se serena al escuchar en el cielo el zumbido de las aspas del helicóptero de los GREIM.

Inundados a diario por noticias infaustas y turbadoras amenazas, es inevitable un deprimente pesimismo. Pero olvidamos con demasiada facilidad que basta un breve paseo por la calle para encontrar una multitud de héroes anónimos. Quizá, algunos ni siquiera saben que lo son, pero lo demostrarán en cuanto la ocasión lo exija.

Publicado en El Periódico de Aragón, el viernes 1 de marzo de 2024.

viernes, 23 de febrero de 2024

La cigarra y la hormiga

Afirma la fábula de Samaniego que la cigarra era feliz, disfrutaba de la vida cantando… mientras, la hormiga se dedicaba a trabajar con denuedo para asegurarse el sustento durante el invierno. En nuestra cacareada sociedad del bienestar, el Estado presume de proporcionar una prestación a todo aquel que carezca de ingresos suficientes para cubrir sus necesidades básicas, con el fin de combatir la pobreza y la exclusión social. Sea el Ingreso Mínimo Vital, o cualesquiera de las muchas ayudas disponibles, la idea es intentar llegar a todos los potenciales beneficiarios, tanto si se trata de cigarras como de hacendosas hormiguitas que hayan consagrado gran parte de su existencia a los demás en lugar de pensar en sí mismas.

Y aquí es donde surge un notorio agravio, cuando nos referimos a muchas mujeres que han dedicado toda su vida a la crianza de sus hijos, así como a la asistencia y cuidado de mayores o de personas dependientes en su entorno, por lo cual no han podido acceder al mercado laboral o lo han hecho muy tarde y sin posibilidad de desarrollar una ínfima carrera profesional. Como secuela ineludible, no reúnen los requisitos para una merecida pensión contributiva o esta es ridícula. Evidentemente, su aportación al bienestar social ha sido inmensa, como educadoras, enfermeras, cuidadoras y un largo etcétera, por lo que, además de hacer muy bien su trabajo, han supuesto un gran ahorro para la Administración mientras ejercían tales funciones.

Pero ellas no han cotizado al sistema de la Seguridad Social. Es decir, que se quedan sin pensión, o esta es minúscula, eso sí, en este caso quizá incrementada por un precario “Complemento a mínimos” que desaparece si la titular percibe pequeñas rentas, merced a laboriosos ahorros, o algún ingreso esporádico. Quienes cobran pensiones “ordinarias” no sufren tal penalización.

Publicado en El Periódico de Aragón, el viernes 23 de febrero de 2024.