Pues bien, a la hora de ignorar, somos campeones en todo lo relacionado con algunas prácticas claramente nocivas, como el recurso a dudosos artículos fitosanitarios o aditivos alimentarios de seguridad no confirmada y sometidos a constantes reevaluaciones. Con cierta persistencia, surgen noticias relevantes acerca del riesgo de ciertos productos y tratamientos, pero tales informes tienden a ser rápidamente desatentidos, muy a pesar de las protestas de organizaciones ecologistas y de consumidores. En tanto que las instituciones europeas hacen gala de una sensibilidad poco habitual en otros países del resto del mundo, apenas pueden evitar que por cualquier resquicio se cuelen peligrosas manipulaciones, alentadas por intereses económicos prevalentes.
También olvidamos con mucha facilidad nuestra propia responsabilidad como consumidores, a la hora de escoger productos fuera de temporada o importados de lejanos países, relegando frutas y hortalizas cultivadas aquí mismo: frescas, de mayor calidad y sin necesidad de absurdos viajes (a veces de ida y vuelta) perfectamente eludibles. Sean ecológicos o simplemente autóctonos, bien merece la pena pagar, si fuera preciso, un poco más por tales productos. El planeta y nuestra salud lo agradecerán.
Publicado en El Periódico de Aragón, el viernes 24 de noviembre de 2023.
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