Pues, bien, gracias a los enormes avances en las tecnologías de la información y comunicación ha sido posible un extraordinario auge del teletrabajo y, con él, la posibilidad de retornar a esa España vaciada donde el ejercicio de ciertas profesiones era inviable. Aunque, por desgracia, ese no es el único obstáculo: la carencia de servicios básicos asfixia las opciones de reencontrarse con la ansiada y bucólica relación con la naturaleza, un vínculo que solemos discernir como ajeno al entorno urbano. No es posible luchar contra el abandono de los pequeños núcleos rurales si no disponen de escuela o acceso en un tiempo razonable a los servicios sanitarios; si no existe cobertura telefónica ni conexión válida a internet, si cada iniciativa vital tropieza con un sin fin de barreras insalvables…
¿Es, pues, esa estimulante burbuja renovadora que supuso el teletrabajo (y que ahora parece en retroceso), un ensayo en vía muerta, condenado a la extinción? En modo alguno. Tenemos derecho a pensar que persisten muchas batallas por ganar, tal como los habitantes de Caneto han demostrado: un pequeño pueblo desahuciado en la década de los sesenta y hoy recuperado, tiene por fin escuela.
Publicado en El Periódico de Aragón, el viernes 26 de enero de 2024.
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