sábado, 11 de noviembre de 2023

Miedo infantil

La pandemia cambió nuestra vida, hasta el punto de que muchos de sus perniciosos efectos perviven en la rutina cotidiana sin que les hagamos ya demasiado caso. Siendo esto así en general, ciertas heridas tienen mayor presencia en niños y adolescentes que vivieron aquella situación tan excepcional en un periodo crítico de su existencia, en pleno proceso de socialización. Los meses pasados en reclusión domiciliaria, como medida excepcional de defensa colectiva ante un virus potencialmente letal, influyeron inevitablemente en la percepción de su entorno por parte de unas mentes en construcción. La paterna fue la primera y gran barrera protectora ante el invasor intangible que merodeaba esperando su oportunidad, en tanto que los padres ansiaban salvaguardar a los peques en burbujas aislantes blindadas, por más que fuera imposible impedir que su temor se proyectase también a sus hijos.

Pero, en realidad, la tutela excesiva existía ya antes de la covid, pues desde hace décadas se asume como muy natural el talante hiperprotector, angustiado por naderías. ¡Hay que librar al niño de todo peligro, de todo sentimiento doloroso, de cualquier aflicción, angustia o tormento…! Medidas que antaño se hubieran considerado rotundamente ridículas y proclives a perpetuar una mentalidad infantil e inmadura. Al mismo tiempo, merced a tanta pantalla sin control, se hurtan al niño muchas opciones para el juego participativo en grupo y con tal carencia también perecen la imaginación y la fantasía.

Así las cosas, y por más que sus miedos sean muy diferentes de los que agobian a sus progenitores, como la inseguridad ciudadana, accidentes o contagio de algún virus, tal vez algún día, los padres quejosos ante la demora de sus retoños sin autonomía para abandonar el nido, se pregunten: ¿de verdad acertamos con tanta obsesión por la seguridad?

Publicado en El Periódico de Aragón, el viernes 10 de noviembre de 2023.

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